Robert Waldinger, en una entrevista en el Diario El País, da algunas definiciones y lineamientos de su libro.
Está promocionando en España “Una buena vida” (editorial Planeta), obra coescrita con Marc Schulz, director asociado de The Harvard Study of Adult Development [El Estudio de Harvard sobre el Desarrollo de los Adultos], en la que desentrañan las claves de una investigación que dura ya 85 años y de muchas otras que orientan a lo que ni ellos mismos esperaban.
No es el dinero, el éxito profesional o los viajes a paraísos tropicales. Son las relaciones con los demás lo que determina que estemos más o menos satisfechos con nuestra vida y, en buena medida, lo que esta dure.
Sus predecesores partieron en 1939 de dos investigaciones independientes: una en 268 estudiantes de Harvard —entre ellos, un tal John F. Kennedy— y otra en 456 adolescentes de barrios marginales de Boston. Todos varones, todos blancos. Los han visto crecer, morir y, con el tiempo, han incluido a sus parejas y su descendencia. A todos les realizan cuestionarios y visitas periódicas que escarban en sus avatares, sus miedos más profundos, sus alegrías, sus relaciones, así como análisis diversos o resonancias cerebrales.
Como los investigadores envejecen tanto como los sujetos de estudio, Waldinger es ya su cuarto director. Vive en Boston con su mujer, con la que lleva casado 37 años. Aunque ya conocía Madrid porque uno de sus dos hijos dio clases de inglés en Valdemoro, ha aprovechado para visitar el Prado y pasear por el Retiro. Es maestro zen y quiso ser actor, pero la psiquiatría le daba menos disgustos. La entrevista, organizada por la editorial, tiene lugar en un céntrico hotel de la capital. Acostumbrado a charlar sobre su trabajo (su TED Talk va para 45 millones de visualizaciones), es jovial y concreto. Solo toma una larga pausa para responder a la última pregunta.
Ante la pregunta ¿Qué es para usted la felicidad?, su respuesta fue: Para mí es participar en actividades llenas de significado y estar conectado con personas que me importan y que se preocupan por mí.
¿Varía la percepción sobre qué es la felicidad entre diferentes personas? Respondió: Lo que llamamos felicidad depende de qué necesitemos. Si vienes de un entorno muy inestable, quizá para ti la felicidad sea la estabilidad. Si vienes de uno muy aburrido, quizá sea la emoción. En parte depende de lo que nos falta. Pero la investigación sugiere que la felicidad se enmarca en dos grandes categorías. Una es hedónica: ¿me lo estoy pasando bien ahora mismo?, ¿estoy disfrutando este café? La otra es el bienestar eudemónico, que proviene de Aristóteles y tiene que ver con la sensación de que la vida tiene sentido, de que merece la pena.
¿Hay diferencias entre cómo sienten su felicidad los hombres y las mujeres o las personas de distintas edades? su respuesta fue: No creo que en las mujeres y los hombres sea diferente, ni siquiera entre los grupos de edad. Lo que sabemos es que todo el mundo quiere algo de ambos tipos de felicidad. Todos queremos algo de placer momentáneo y nadie quiere sentir que su vida no tiene sentido. Pero priorizamos un tipo de felicidad u otra dependiendo de cómo nos encontramos y, quizás, del momento de nuestra vida. Se piensa que muchos adolescentes prefieren el bienestar hedónico, pero no estoy seguro. Lo que sí sé es que ambos tipos de bienestar son importantes para la mayoría de las personas, pero en grados diferentes.
Inciden en la importancia de las relaciones de pareja, ¿cómo se aplica eso en la era de la soledad y de las relaciones no convencionales? No hace falta estar en pareja o tener una relación romántica para obtener beneficios. Estos parecen provenir de la calidez de la conexión, del sentimiento de pertenencia, de la sensación de interacción positiva. Se obtienen de los encuentros amistosos con quien te sirve el café o quien te entrega el correo. Y, sin duda, de los amigos, de los parientes. Creo que en EE UU el 30% de las personas viven solas, pero muchas son bastante felices. No tienen una pareja romántica, pero tienen relaciones que les proporcionan lo que necesitan.
Waldinger comenta que se ha demostrado en experimentos rigurosos que la generosidad hace más feliz a la gente. Además, todas las tradiciones de sabiduría o religiosas —yo practico el zen y el budismo— hablan constantemente de bondad y generosidad. Durante siglos la gente ha comprendido que en realidad funciona así. No es ingenuo, es como funcionan las cosas. Y la gente que es más egocéntrica es menos feliz. Hay una cita del Dalai Lama que me encanta: “El sabio egoísta cuida de los demás”. Significa que preocuparse por otras personas te trae alegría, bienestar. Y puedes entrenarte para ello. La curiosidad y la amabilidad hacia los demás también nos hacen felices.
